El Gabo periodista

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La prosa de Gabriel García Márquez, por la cual ganó el premio Nobel de literatura en 1982, se forjó en las salas de redacción de los periódicos del país. Por eso cobra tanta relevancia su afirmación de que “el periodismo no es más que la literatura hecha a la carrera”, una frase recordada por su amigo Juan Gossaín.

Gabo estuvo haciendo “literatura a la carrera”  en páginas de periódicos por décadas, desde 1947, antes de lanzarse a hacer literatura en páginas de libros. Comenzó como reportero de El Universal de Cartagena, mientras estudiaba derecho.

 

Apenas asomaba en sus textos la preocupación expresiva y el atento cuidado a las pequeñas anécdotas que removería las bases del periodismo. El Gabo reportero seguía escribiendo en sus tiempos libres, un texto cuya única reportería estaba en la imaginación. Así lo recuerda su amigo de esas épocas, Ramiro De La Espriella. “Todos los sábados nos leía un gran borrador, del cual salieron sus principales novelas”.

 

En 1950 inició su tránsito por Barranquilla y el periódico El Heraldo, con una columna diaria titulada La Jirafa. Allí conoció a otros escritores en ciernes como Álvaro Cepeda Samudio, Alfonso Fuenmayor y Germán Vargas. Además, fue jefe de redacción de una revista fugaz llamada Crónica.

 

En 1954 llegaría la fase más importante para pulir su prosa periodística, y de la mano de esta sentar las bases de lo que llamarían realismo mágico. Ese año ingresó a El Espectador, en Bogotá. Se destacó no solo por su fresca narrativa, sino por su rigor para conseguir pormenores fascinantes. Según cuenta en Vivir para Contarla, vivía en una tensión diaria para encontrar temas que estuviera amenazados por “los encantos de la ficción”.

 

Allí alcanzaría la máxima demostración de la fusión del periodismo con la literatura, con la publicación de un extenso reportaje por entregas: Relato de un náufrago, considerado hoy una joya del nuevo periodismo.

 

El pulso de escritor convirtió una simple noticia en una vigorosa narración. Además, reveló que un buque de la Armada Nacional cargó contrabando ilegal.  El régimen de Rojas Pinilla lo censuró, y Gabo tuvo que salir del país.

 

Siguió como corresponsal en Europa, y colaboró con la revista Cromos y la venezolana Élite. En 1957 se vinculó como jefe de redacción de Venezuela Gráfica. Una de sus crónicas más memorables tiene como escenario la capital venezolana: Caracas sin agua.

 

Después de escuchar el boletín radial de las 7 de la mañana, Samuel Bürkart, un ingeniero alemán que vivía sólo en un pent-house de la avenida Caracas, en San Bernardino, fue al abasto de la esquina a comprar una botella de agua mineral para afeitarse.

 

Gabo nunca se alejó del periodismo. Fue jefe de redacción de la agencia cubana Prensa Latina, publicó Noticia de un secuestro (otro reportaje de largo aliento), y fundó la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano. Sus crónicas están recopiladas en colecciones como Cuando era feliz e indocumentado, Textos Costeños, Entre Cachacos y Notas de Prensa.

 

Si bien el Nobel se lo dieron por sus textos de ficción, su huella en el terreno de la crónica es igual de grande. Gabo hizo la carrera en el periodismo, y se graduó en la literatura.

 

Por Iván Bernal Marín
Texto original para un proyecto pedagógico de Andiarios en 2012.

Acerca de Iván Bernal Marín

Editor y periodista con estudios en filosofía. “La libertad del cronista permite contar mejor la verdad”, EMcC.
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