Junior campeón… y sálvese quien pueda

Chará y Teófilo le cambiaron la cara al Junior y devolvieron la alegría rojiblanca al estadio Metropolitano Roberto Meléndez. El equipo ha sellado su mejor arranque en la historia de los torneos cortos, y en solo dos partidos como local ha enseñado un deslumbrante potencial. Esto era lo que reclamaba la afición. Pero, triunfalismos aparte, hay algo que todavía no funciona y empaña la fiesta.

Es necesario hablar de los problemas de movilidad e inseguridad para acceder y salir del estadio. Volver a hacerlo, porque está lejos de ser una situación nueva. Siempre ha sido el gran lunar de la experiencia juniorista, como lo puede constatar cualquier hincha. Es importante encararlo de frente y sin dilaciones ahora que comienza una nueva etapa.

Ir al estadio no puede seguir siendo una tortura, una temeraria aventura en la que se pone en juego la integridad. La iluminación en los alrededores es terrorífica. Un solar plagado de monte, cortado por zanjas y piedras a cada paso. 

¿Recuerdan las ‘nochadas’? ¿Esas fiestas de combos de menores de edad con nombres como ‘los intergalácticos’, ‘los esova’, ‘the pokemon boyz’, donde la entrada se paga con un pase de perico? ¿Recuerdan las peleas de pandillas bajo la lluvia? Bueno, por ahí queda el estadio. Enjambres de estos adolescentes lo orbitan a la entrada y a la salida. Es difícil distinguir cuál lleva una navaja y cuál no. Al principio te piden ayuda para comprar una boleta, al final se vuelven más directos.

Si vas en carro y lo dejas en un parqueadero cercano, quedas a su merced. Si te están esperando en un transporte a un par de cuadras, también. Si sales a buscar un milagro de taxi, más. Vas caminando y de repente una oleada de potenciales delincuentes juveniles corre a tu alrededor. Alguien robó a alguien, y los policías hacen traquetear sus motos.

Para acabar de rematar, en el último partido Transmetro suspendió la operación ante el riesgo de desmanes que en otras ocasiones han arrasado estaciones y buses. Que los usuarios paguen los platos rotos, y se devuelvan caminando a casa expuestos a toda suerte de atracos y vejámenes, como les tocó. Uno creería que un sistema de transporte masivo está para brindar soluciones de movilidad, o al menos trabajar en su búsqueda, no para lavarse las manos.

En contraste, vale la pena preguntarse qué planes se están ejecutando para garantizar el flujo de aficionados, desde los estamentos públicos. Qué información se brinda y en dónde. Qué respaldo hay del transporte público. Qué acompañamiento en los alrededores. Aparte de un parqueadero habilitado para la tribuna occidental, qué alternativas se disponen para los miles de aficionados que llenan el resto del estadio.

El problema no es que haya atracadores. Lamentablemente, están en cualquier lado y en toda Colombia los hay. El problema es que no hay garantías ni de movilidad ni de seguridad.

Más allá de la típica alquilada de camioneta o buses de parte de grupos de amigos, me temo que no hay nada. Complicado llevar un turista así. 

Un latente miedo es hoy el invitado no deseado de la pasión rojiblanca. La adrenalina. Corre al salir porque no te queda de otra. Estampidas. Todos quieren ponerse a salvo y salen antes de que acabe el partido para intentarlo. Afuera los esperan. Más allá de las estadísticas de robos reportados, el hincha que sale y se topa con las tinieblas sabe de lo que hablo. 

Muchos periodistas deportivos hicieron en redes sociales entusiasta campaña por que los hinchas se abonaran, sin que el equipo hubiera demostrado nada todavía. Sería muy oportuno que mantuvieran ahora la actitud crítica necesaria para promover una solución a un problema que no debería dar más espera, si lo que quieren es que se siga llenando el estadio.

Cuánto antes se resuelva esto, mejor. Porque los hinchas están dispuestos a asumir el riesgo contra los América, los Nacional, etc. Pero quizá será más difícil contra los Patriotas, los Huila, los Cortulua, etc. Esos equipos que a veces parecieran ser mayoría en nuestro fútbol colombiano.

Este es un Junior que gusta, que enamora, que evoca las mejores épocas. Hablamos de un equipo grande, casa de figuras nacionales como Valderrama y Valenciano, por mencionar un par. Y tal como entonces, hoy se ve de nuevo un proyecto deportivo. 

Por eso uno entiende que hayan subido el precio de las boletas. Hubo un cambio de sede. Llegaron refuerzos de peso en cada línea. Pico, Piedrahíta, Mier, se suman a una nómina de nombres que ya venían descollando, como Sebastián Hernández y Ovelar, con el capitán Viera como gran bastión.

Alguien me preguntaba qué esperaba del Junior 2017. Que sea campeón, ni más ni menos.

Pero también espero poder ir a verlo en tranquilidad, y eso ya no es tarea ni de los jugadores ni del técnico. ¿De quién es la misión de garantizar unas condiciones óptimas para llegar al estadio y moverse a sus afueras? Más allá de la Policía, que siempre dispone de sus agentes y escuadrón antidisturbios, ¿quiénes son los responsables de mejorar la experiencia para ir a ver al equipo de la ciudad? La respuesta pasa probablemente por la Alcaldía, los patrocinadores y las directivas. Tienen el balón en su cancha.

Por Iván Bernal Marín

Acerca de Iván Bernal Marín

Editor y periodista con estudios en filosofía. “La libertad del cronista permite contar mejor la verdad”, EMcC.
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Una respuesta a Junior campeón… y sálvese quien pueda

  1. Tu artículo solo deja ver lo niño rico mimado que eres, clasista! Muestra de la gigante brecha que existe en Barranquilla, que tristeza me dio leerte!

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