Así canalizaron los medios hallazgos de Wikileaks

Moreno

Voces bajas, miradas alertas y nombres y cifras garabateados sobre servilletas hasta el anochecer, en un restaurante semivacío en Ginebra, Suiza. Era noviembre de 2010, la primera de las reuniones del diario El País, de España, con el hacker australiano Julián Assange. Cocinaban la desnudez definitiva de la diplomacia de Estados Unidos.

Se vivían los últimos días del año 1a.w., año uno antes de Wikileaks. La broma es de Javier Moreno, director de El País, de lejos el periódico más prestigioso del mundo hispanoparlante.

En entrevista con EL HERALDO en Bogotá, reveló cómo recibieron, junto con The New York Times, The Guardian, Le Monde y Der Spiegel, los 251.287 documentos confidenciales que detallan las comunicaciones entre el Departamento de Estado de la megapotencia y sus embajadas en una treintena de países.

La información contenida en los cables pateó el tablero del ajedrez de la política internacional, y dejó por el suelo las fichas con que Estados Unidos lo orquestaba. Assange, director de la organización informática Wikileaks, ha devenido en una suerte de mesías, anticristo o simple chismoso mastodóntico, según quien mire.

Y Moreno, uno de los protagonistas de la mayor filtración de la historia, alcanza jerarquía de gurú del periodismo contemporáneo. Con naturalidad relata las maniobras detectivescas necesarias para conseguir los documentos, procesarlos y publicarlos. Y con prudencia, analiza el impacto que se vislumbra sobre el periodismo y la política.

Assange contactó a Moreno a través de conversaciones telefónicas. Preguntó si podía enviar a alguien a Ginebra al día siguiente, sin precisar el sitio de contacto. A la 1:30 de la madrugada, mientras Moreno escuchaba el reporte de los enviados de El País acerca del encuentro con el líder de Wikileaks, recibió un escueto correo electrónico del director de The Guardian: ¿Podemos hablar? Dos días después, volaba de España a Londres, Inglaterra, para encontrarse con Assange y sus colaboradores en una sala de reuniones del periódico británico.

El director de El País regresó a Madrid con los 250 mil cables, fechados desde diciembre de 1966 a febrero del 2010. El océano de información no podía ser revelado en bruto. Desde su recibimiento a su publicación pasaron más de 25 días. Se le llamó Proyecto C.

Citaron los corresponsales de Moscú, Washington, Teherán y México, sin darles explicación. 40 periodistas y expertos fueron encomendados para leer los cables y detectar datos de interés para la opinión pública. Se acondicionó una especie de bunker para el trabajo.

Hubo que diseñar un programa informático para navegar entre los documentos, para relacionarlos por fechas y nombres; un sistema aislado del exterior pero que permitía interconexión entre los encargados de leer.

Moreno precisa que organizaron grupos que leyeron miles de correspondencias entre embajadas, principalmente las de España y Latinoamérica. A todos se les exigió secreto absoluto, incluso hacia el resto del personal de la sala de redacción. Si alguien filtraba lo de las filtraciones, estaba sentenciado a ser despedido. Aún quedan muchos cables por leer.

El periodista de 48 años compara el episodio con la recepción de sumarios judiciales que los periodistas deben leer; solo que este caso fue a una escala monumental. Por eso Moreno es un convencido de que por ahora no cambiará la forma de hacer periodismo. Aunque esta ‘chiva’ periodística descomunal sí brinda un nuevo aire, con visos de revolución mediática a mediano plazo.

Un llamado a asumir nuevos canales seguros para las fuentes de información; una inspiración para periodistas jóvenes, y una alerta para los gobernantes: ahora todo se podrá saber. Todo, en cualquier ciudad. Está abierto el camino para el surgimiento de Wikileaks locales.

¿Qué consecuencias tendrá Wikileaks?

Ha demostrado que se pueden organizar operaciones en una envergadura hasta ahora difícilmente imaginables. Creo que hay que tomar con cautela el asunto. Las cosas van cambiando poco a poco. No creo que los principios por los que se ha regido la diplomacia internacional vayan a dejar de valer. Se tomarán medidas para que esto no se repita. No podemos esperar ahora una avalancha de filtraciones permanentes, que todos los meses tengamos 300 mil cables de Rusia, 200 mil de China, todos los documentos del Bank of America.

¿Qué cambios introduce en el periodismo?

En El País, ahora tenemos que estar más atentos a la posibilidad de conseguir documentos por esta vía. Pensar si a lo mejor tenemos que poner en marcha nuestro propio mini-wikileaks: habilitar pasarelas informáticas seguras para que la gente que desee hacernos llegar documentos, lo pueda hacer sin ser rastreados. Pero detrás de eso sigue el mismo trabajo de siempre, el más clásico, a la antigüita. Wikileaks actuó como una fuente, que entrega un documento inmenso. A partir de ahí, es el trabajo de buscar información en bruto escondida en esos cables.

¿Y en medios nacionales y locales?

No creo que vaya a suponer un cambio en 6 meses, o dentro de un año, para los periódicos regionales. No creo que vaya a suceder una revolución de repente, pero sí definitivamente abre vías de esperanza para medios pequeños y periodistas que están empezando. De repente un periódico pequeño, no digo que esté en condiciones de competir con el New York Times, pero la distancia ya es un poco menos sideral que antes.

¿Hay que pensar en Wikileaks locales?

Creo que los periodistas jóvenes pueden sacar muchas lecciones útiles. Todo está al alcance de todo el mundo ahora. Por ejemplo, si se confirma finalmente que estos documentos los filtró Alemania, que un muchacho de 23 años, destinado en una base de Irak, fue capaz de conseguir todo este material, de filtrarlo. Eso abre muchas puertas. Las tecnologías van a permitir a mucha gente competir con información. Iguala un poquitín más el campo de juego con los grandes periódicos. Las condiciones se hacen un poco más igualitarias.

¿Se pactó con Assange la recepción de más cables, a cambio de la publicación de ciertos temas?

No. Las únicas conversaciones con Assange fueron su insistencia en que hiciéramos lo mejor de nuestro trabajo para proteger las fuentes en los países en los que rige la pena de muerte. También la insistencia en que teníamos que pactar un calendario común entre los periódicos para publicar las cosas, de manera que no estuviéramos pisándonos la manguera. Si no estás seguro de cuando van a publicar otros la noticia, el efecto es una avalancha: todos intentan publicar todo los primeros días para que nadie le pise la exclusiva. Eso no era bueno para nadie. Ni para Assange que buscaba maximizar el impacto, ni para nosotros que no éramos capaces de volcar toda esa información al alcance del lector en Internet, mucho menos en papel. El lector hubiese sido incapaz de digerir tanta información en un día o dos. Cuál va a ser el futuro con Assange, no lo sé.

¿Por qué buscó a medios tradicionales?

Assange no solo buscaba maximizar la exposición de su exclusiva, si no que necesitaba la profesionalidad, la experiencia, de periodistas formados. Las historias de Rusia que se han publicado, han sido escritas por corresponsales que llevan mucho años en Rusia, que conocen la región desde antes. Sin esa experiencia acumulada, hubiese resultado difícil producir historias tan magníficas, y eso es la materia prima con la que trabajamos los periódicos, y no Assange o Wikileaks. Es un espaldarazo al gran periodismo, al periodismo de toda la vida.

Hay sospechas de que Wikileaks es un aparato de propaganda, por callar sobre los abusos de paramilitares en Colombia.

Si es un aparato de propaganda les ha salido un poco caro, alguien no ha calculado bien las cosas. Es una base de datos incompleta. No tenemos una idea exacta de cómo se ha conformado. Hay comunicaciones enviadas, pero no respuestas. Si no hay algo de esto, no sabemos por qué. No podemos empezar a preguntar, ¿Qué dicen los cables de la resurrección de Jesucristo?, ah nada, aquí hay una conspiración para tapar esto. Hay que disipar ese mito de que en Wikileaks está todo, y somos los periódicos los que manipulamos la información para publicar lo que nos interesa.

Por Iván Bernal Marín

Publicado originalmente en el diario El Heraldo el 12 de febrero de 2012

http://www.elheraldo.co/internacional/asi-canalizaron-los-medios-hallazgos-de-wikileaks

Acerca de Iván Bernal Marín

Editor y periodista con estudios en filosofía. “La libertad del cronista permite contar mejor la verdad”, EMcC.
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