Los cómics y novelas gráficas desde hace rato vienen abordando temas históricos, pero lo que hace Joe Sacco es diferente. Es un documento periodístico, en el cual, los dibujos demuestran ser mucho más efectivos que las palabras, las tomas de video, registros de audio o fotografías, para retratar en toda su dimensión el salvajismo del que somos capaces los seres humanos.
¿Quiere conocer la guerra? La encontrará cada vez que abra ‘Gorazde, zona protegida’ (2001). Viñetas pesadas, claustrofóbicas, con una historia que demora en cuajar. Testimonio tras testimonio, la incertidumbre se va sembrando en el lector, impregnada de una fría desesperación. La cotidianidad de esas personas dibujadas, reales, entre quienes vivió el autor entre 1992 y 1995. Pero es mucho más que una crónica de inmersión.
A través de sus recuerdos, todo se acelera, y de una página a otra estaremos en medio del bombardeo de un barrio que podría ser el nuestro, sufriremos los degollamientos de vecinos, encontraremos el cadáver de un amigo de la infancia calcinado, con los dedos y el miembro cortados. Recuerda a ‘Maus’ (1991), en la que Art Spiegelman dibujó a los judíos como ratones y a los nazis como gatos, con base en lo que le contaba su papá. Sacco, en cambio, estuvo en esa Bosnia despedazada por los Serbios, y nos hace sentir allí, a su lado, y nos la explica. En principio, desgastan las caras, la agonía, los destellos de alegría muy pequeña y encerrada.
La guerra en microdetalle; no con sevicia ni enfocada en las explosiones o la sangre, sino yendo a lo profundo de lo que sienten sus víctimas, las familias desmembradas. ¿Por qué meterse a leer esto? Quizá para entender un poco mejor lo que pasó allá, en la vieja Yugoslavia. Para ver lo que pasa más allá de los grandes titulares, y que eso de ‘limpieza social’ no es exclusivo nuestro. Para vislumbrar lecciones de paz, como el valor de reconocer que hay muchas verdades, no una, y más vale perdonar y olvidar. Solo es periodismo del mejor, dibujado.
Iván Bernal Marín
Publicado el 6 de abril en el diario La República, en la sección ‘Unas letras sobre otras letras’