Los Muriel gambetean a Bogotá

La familia Muriel paseando por Bogotá: Luis, Elizabeth y Jesús

Luis Fernando Muriel Caraballo, el papá del goleador de la selección Colombia Sub 20, no se deja meter goles en Bogotá.

 Los taxistas cachacos detectan con facilidad que viene de un pueblo: Santo Tomás, cerca de Barranquilla en Atlántico. Lo ven moreno. En sus 40 años. Sombrero de alas anchas, como las cejas y labios. Camiseta roja dentro del jean. Correa marrón y tenis blancos. Le vuelven cada carrera un partido. Él debe sacar sus mejores regates para no dejarse vencer en el campo de las tarifas y rutas. No notan que también es taxista y sabe la clase de ‘penaltis’ que le suelen patear a los pasajeros. Sobre todo a los visitantes.

 Cuando les pide que lo lleven al estadio a él, a su esposa Elizabeth Fruto, y a su otro hijo, Jesús Alberto, “preguntan por debajito, ¿por dónde me meto?, pa’ ver si uno sabe o no sabe, y meterle mano”. Luis sortea la situación con la técnica de la mirada seria, acompañada de frases así  “dale llave que estoy apurao”, “aquí cuidao una vaina”. La aplica desde que llegaron a Bogotá, el 29 de julio. Desde que su hijo Luisfer, como lo llama, empezó a representar al país en el Mundial Sub 20 de la Fifa, con la camiseta número 9.

 “Yo sé que en Barranquilla también uno hace la misma gracia. Uno les pide por la carrera cinco barras. Los cachacos preguntan ¿cuánto es?, uno dice: 10 mil pesos— una carcajada sesea entre dientes apretados —eche, ¿pa’ qué preguntan?”. Luis festeja el recuerdo de sus propias jugadas de laboratorio con una risa de caimán, como el de la marquilla de su camiseta.

 Será la satisfacción de mantener invicta la valla del bolsillo. “Desde el primer día como buen taxista, en seguida me ubico, ¿me entiendes? Voy en el carro pero voy pendiente de la calle. Y ya sé por dónde entra y por dónde sale. Si se mete por una rara, se me descuadra la vaina”. Ahora está en una cafetería del centro comercial Gran Estación. Toma café con leche. Elizabeth y Jesús comen copas de helados de fresa y brownie con salsa de mora. Ella es ama de casa, y él estudia veterinaria en la universidad San Martín.

 Luis Muriel ha sostenido a sus tres hijos y su esposa trabajando al volante. Manejando carros de otros, pudo regalarle a Luisfer su primer balón, sus primeros guayos y su primer uniforme. Era del Junior. Fue cuando tenía 2 años. Ahora, 18 años después, Luis empezó a conducir su propio taxi. Marcando goles, Luisfer se lo pudo regalar.

 Es la segunda vez que los papás del atacante revelación están en la capital del país. Habían venido en marzo, cuando el tomasino firmó un contrato con el equipo Udinese, del Calcio Italiano. Por falta de dinero nunca consiguieron ir a verlo a Cali, adonde se fue a los 16 años, tras pasar por las inferiores de Junior. Adonde salió goleador del torneo nacional sub 19. Marcó 29 veces.

 “Después del poco de goles que marcó en pocos partidos, Udinese se interesó”. Ahora pueden venir a verlo, y quedarse acompañándolo todo el tiempo que sea necesario. “Al principio estaba dura la vaina. Ahora las cosas son diferentes. Él gana. Ya hay money”. Para los Muriel es la única revelación en cuanto a su hijo. Ahora le pagan por ser lo que ha sido siempre, goleador.

 

Valenciano reload

Luis Muriel, el delantero, debutó en las canchas a los 5 años, en un equipo que no era de su categoría. “Por medio de palanca ingresó”, sonríe Luis Muriel, el taxista. Jugó con el equipo Las Palmeras. La categoría era Cebollitas, de 6 años en adelante. Pudo participar porque un tío de su mamá era el organizador del evento.

Jugó con los más grandes y marcó gol. Lo cargaron en hombros, y como era gordito y chiquito lo apodaron ‘Valenciano’, en honor al histórico Iván René. Ese delantero costeño y cachetón apodado El Bombardero, que también jugó con la selección, también se fue para Italia, y culminó su carrera como el máximo anotador de la historia del fútbol colombiano, con 217 tantos. Luego lo superaría el argentino nacionalizado colombiano Sergio Galván, y participaría en un reality de TV llamado La Isla de Los Famosos.

El apodo acompañó a Luisfer en su paso por las escuelas de fútbol de Barranquilla. Y todavía le dicen así en su pueblo. Iván René es uno de sus dos ídolos futbolísticos. El otro es Ronaldo, el delantero brasilero también cachetón. Inspirado en ellos, se erigió como goleador de todos los torneos Asefal en los que participó.

“Los movimientos de Luisfer son como los de Valenciano. Me parece a mí pues”. Luis habla con soltura, sin alzar mucho la voz ni hacer ademanes. Se mueve con total confianza por los pasillos del centro Comercial, como en casa. La explicación la da Jesús, cuando se les pregunta si han paseado por Bogotá. El joven de 18 años se apresura a contestar: “Sí, aquí”.

Gran Estación, al lado de una vieja vía de ferrocarril, se ha convertido en el segundo hogar de los Muriel. Una zona reconocida, donde sentirse seguros. Están viviendo en un apartamento de Suba. Un joven tomasino les da posada. Pero el centro comercial queda cerca del hotel Marriot, donde está Luisfer. Y no está muy lejos del estadio El Campín, ni de la cancha donde entrena la selección.

Aunque reconoce que vienen “bastante”, Luis dice que sí han paseado. “Por Monserrate no subimos, pero pasamos por ahí cerquita. Y la plaza de Bolívar. Está bacana”.

Además, una hermana que vive en Bogotá le prestó su carro, y fueron a Zipaquirá. Con el olfato con que su hijo busca el arco, encontró su destino. Así conocieron la Catedral de Sal. De paso conocieron la “enredadera” del tráfico, y que los bogotanos “manejan feo, basto”.

Otra cosa que no les ha gustado es la comida. “¡No!, nada cachaco”, dice Elizabeth. Habla por primera vez, cuando les pregunto si han conocido los platos típicos del altiplano. “¡No!, esas arepitas que hacen, lo que es changua y sopas de esas”, dice frunciendo boca y ceño. “¡No tiene el saborrr de la Costa!”, añade Luis, medio cantando. Tratan de ir todos los días a un restaurante de comida costeña. “Uno va es a Donde Yiya. Ahí sí nos echan la carne molida, la desmechada, las sopas de hueso, de costilla. Es lo mejor”.

Allá no los reconocen como papás de Muriel. A diferencia del estadio, donde los aficionados corren a abrazarlos cada vez que su hijo hace gol. “ No sé cómo me identifican. La otra vez estuve escondido mirando el partido. Joda y la gente llegaba a felicitarme”. Luis se siente cómodo pasando desapercibido, en lo posible.

Su mensaje a Luisfer es que “conserve su humildad, que no se salga de las metas que se propone. Que siempre confíe mucho en Dios. Que siempre le dé las gracias por todo”.

Siempre que pueden van a visitarlo a la concentración. Y planean ir a acompañarlo a Italia. “De pronto no todos en seguida, pero sí queremos ir”. Está avalado en el contrato. “Él todavía es un muchacho. Es un mundo diferente por allá. De todas maneras es una persona sola, en otro país, otra vaina, otro idioma. Si están los familiares con uno, la cuestión es diferente”.

Acompañarlo, para que allí sí se diferencie del Iván René Valenciano original. Él no marcó ni un gol, y se regresó a mediados del siguiente año a su ciudad natal. La leyenda dice que extrañaba la comida.

Luis ha procurado estar siempre al lado de su hijo goleador. Insistió en venir a firmar el contrato con él. Fue su debut en la cancha de los aires. “Sentí que ese aparato se quería caer”. Dice que ya le cogió el ritmo. Aunque, “estamos pensando es que ya el viaje pa’ Italia sí hay que ir en el avión un poco de horas. Como 12. Será como Mario Baracus: que me den una dormidera y listo, me despierto allá”. Cierra los ojos y echa la cabeza a un lado. Luego ríe emocionado.

Está listo para jugarles el partido a los taxistas italianos. Como su hijo, no come cuento de ligas extranjeras.

Por Iván Bernal Marín

Publicado originalmente en el diario El Heraldo
http://www.elheraldo.co/local/los-muriel-gambetean-a-bogot-33346

Acerca de Iván Bernal Marín

Editor y periodista con estudios en filosofía. “La libertad del cronista permite contar mejor la verdad”, EMcC.
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Una respuesta a Los Muriel gambetean a Bogotá

  1. isaura perez meza dijo:

    la humildad costeña vale money vale esa vaina en bogota eso es feo la comida vale

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