Sonidos macondianos en una tarde de brisa ribereña

El ñato mama-ron toca un bajo imaginario al lado de una banda de Indie-Funk, en una tarde de domingo en el Parque Cultural del Caribe. Es un tipo flaco que parece extraído de esa canción de Noel Petro, hit de el Carnaval de 2009. Bate los dedos como si empuñara un instrumento invisible.

El ñato es un indigente, que se unió al montón de gente que vino a escuchar indie. La banda que acompaña es Forza, la quinta que se presenta en el primer Festival de Sonidos Macondianos.

El guitarrista es Natural Art (Adolfo Arteta), co-organizador del evento. El niño que se para a su lado maravillado con la pluma azul que cuelga de su guitarra es Antonio, su hermano de 4 años.

Una estampa del Macondo real que se vive en Barranquilla.

Los músicos tocan una canción llamada Eclipse. La luna blanca se eleva a sus espaldas, emergiendo entre una nebulosa tanto rosada como azulosa.

 

Una melodía dulce inunda la plaza. Forza toca en medio. Los rodea un archipiélago de carpas con bolsitos de negrita puloy, mochilas artesanales, marimondas decorativas, arepas rellenas, chuzos desgranados.

A los costados hay niños de unos 12 años jugando fútbol. Otros en sus seis o siete se dedican a navegar por su imaginación en un barco de luces metálicas, sembrado en un jardín donde vuelan mariposas de focos rojos. “Si tu lo crees, lo creas”, suena la última canción de Forza.

 

En la gran tribuna de madera se ven cerca de 300 personas recostadas, escuchando, aprovechando la brisa alcahueta que viene del río. La audiencia: bebés; señores calvos en pantaloneta; jóvenes de cabeza rapada en camisillas; chicas en vestidos wayuu y camisones de abuelas; abuelas con sus pintas convencionales.

La luna sigue en ascenso. Ahora la rodea la oscuridad, y se encienden luces de figuras de peces al fondo. Y las de buses pasando aún más al fondo.

 

Ahora un melenudo acaricia su guitarra con un arco, como si se tratara de un Chelo. 3/4 de adrenalina le dedica su presentación al poeta Martín Txeis, su vocalista, quien no pudo venir por una enfermedad. A cambio, el percusionista hace sonidos guturales, aúlla y hasta ladra acompañando un porro que se torna psicodélico.

6:00 pm. La plaza se va quedando sola. Algunos se acuestan a mirar las estrellas en el cielo, y llega Cielito Drive.

Siguen los chispazos de magia natural. El ñato vuelve a bailar, al compás de las palmas y una psicodélica más reposada. Hace un pase de Michael Jackson. Con insistencia les piden a los de Cielito una vieja canción, la ya clásica 100 pesos. “Todo cambia, ya nada es lo mismo”, se le oye cantar a José Rebimbas, el vocalista barbón de pantaloneta rosada

Otro barbón, un coleto genuino de la zona, llega a bailarle al frente; se descamisa y manotea en un breve arrebato punk. Quizá reclama otra vieja canción, también conocida entre los rockeros: 3.000 coletos.

La policía debe retirar al viejo barbón. Nadie entiende que se trata de un performance, y algunos se intimidan.

 

A las 7:47 todo parece acabado, pero la banda Dynamo aparece pidiendo 10 minutos para presentar “la banda sonora de Macondo”. Resulta que el baterista no había podido llegar. “Todavía están vivos… se ve que comen buena yuca y suero”, grita Rafa Dynamo (Rafael Guerrero).

Rapea con una mochila atravesada y alpargatas. “Yeah yeah”, canta con acento costeño. El único rastro hip-hop sería una pañoleta en su bolsillo de atrás. No quedan más de 70 personas, pero esos pocos se animan a bailar unas secuencias de vallenato entremezcladas con un coro de Bon Jovi: You Give Love a Bad Name!

“Venga a comer pescao y yuca señor Bon Jovi… ¡qué hamburguesa ni qué nada!”, grita Rafa, orgulloso de su potencia Caribe. Su excentricidad legítima cierra esta noche en la que la realidad fue mágica, y el Parque Cultural fue del Vacile.

 

Por Iván Bernal Marín

Publicado originalmente en el diario El Heraldo
http://www.elheraldo.co/tendencias/sonidos-y-estampas-magicas-asi-se-vivio-el-festival-macondiano-52507 

Acerca de Iván Bernal Marín

Editor y periodista con estudios en filosofía. “La libertad del cronista permite contar mejor la verdad”, EMcC.
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