La necesidad convierte cambuches sobre las vías en ventas ambulantes

El ‘cambuchito’ que Luis Armando Mujica construyó al lado de la carretera para sobrevivir a la inundación de Santa Lucía, le sirve ahora de quiosco para su negocio informal de venta de gasolina.

“Dios puso la primera piedra”, dice esperanzado el otrora jornalero de 56 años. Antes de la ruptura del Canal del Dique sembraba yuca y pasto. Pero con los terrenos encharcados, “nos quedamos sin cultivar el campo”.

Lo que hace ahora para sostener a su esposa Elvis Ariza, y sus hijos Jorge Armando y Diego Armando, es cruzar a comprar gasolina en Calamar, Bolívar, para revendérsela a los motociclistas que tiene como vecinos.

 

Mantiene su stock de productos en una canasta de gaseosas, al pie de la vía. Los promociona con un aviso oxidado y cojo.

El metal envejecido recuerda sus profundas arrugas, convertidas en cicatrices de mugre.

 

El tanque lo vende a $50 mil. La botella de 1,2 litros, en envase de Big Cola, a $5 mil. El litro lo negocia a $3 mil. Las botellas de un trago conocido como ‘Chivitas’, por ser imitación de whisky, las vende a $2 mil.

 

Además, Luis Armando ofrece recargas al menor precio que se puede conseguir en el mercado del sur del Atlántico. En botellas de Águila Light, vende cargas de gasolina por apenas mil pesos.

Aquí no hay certificados de legalidad de ningún tipo, ni pago de impuestos. El Estado se olvidó de Luis cuando su casa se inundó y él tuvo que buscar sobrevivir por su cuenta, por lo que él se olvidó también de rendirle cuentas al Estado.

 

“La camita se me hundió… el árbol de Navidad. Las neveras quedaron como canoas flotando y se me dañaron”. Recuerda el momento en que tuvo que salir corriendo.

 

Vivía en el barrio Terranova 1. Cuando el agua lo embistió, agarró lo que pudo y se fue a la casa de un hermano. A los 2 meses y medio, la inundación bajó un poco. Con sacos plásticos armó un cambuche frente a su hundido hogar, para cuidar lo que permanecía a flote de sus pertenencias.

 

Ahora está ganando entre 15 y 17 mil pesos diarios.

 

“No nos han dado los arriendos ni las ayudas que nos prometieron para la reconstrucción de las casas”, dice, frente a las ruinas de su vieja casa.

 

A su lado, hay otros dos viejos cambuches. Uno es un taller de mecánica, donde se remiendan llantas pinchadas, y otro es una venta de sopas. Son de otros vecinos que, como él, se tomaron la vía. Así como el agua y el olvido se tomó sus vidas.

 

Por Iván Bernal Marín

Publicado en el diario El Heraldo el 3 de enero de 2011
http://www.elheraldo.co/local/la-necesidad-convierte-cambuches-sobre-las-vias-en-ventas-ambulantes-51771

 

Acerca de Iván Bernal Marín

Editor y periodista con estudios en filosofía. “La libertad del cronista permite contar mejor la verdad”, EMcC.
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