Dos aviones fueron utilizados como cohetes para derribar el World Trade Center, símbolo del capitalismo y el poder estadounidense. En septiembre de 2011 se cumplieron 10 años desde que el mundo entero presenciara esa escena, en vivo y en directo. Realicé este especial conmemorativo para el portal noticioso Dinero.com. Como parte del reportaje entrevisté al entonces ministro de defensa colombiano, Gustavo Bell, y recopilé y procesé toda la información de datos económicos y cifras del impacto del ataque, proveída por las agencias noticiosas AP, AFP y Reuters. El especial consta de tres artículos: el análisis de Bell sobre los cambios políticos, el impacto en la cotidianidad más allá del humo y un reportaje sobre la bonanza de las fuerzas militares. Además, seleccioné imágenes de cómo ha cambiado el panorama de Nueva York desde ese 11-S, para una galería que incluyo en esta publicación. IBM
Gustavo Bell: No solo se derrumbaron las torres, también el orden internacional
Gustavo Bell Lemus conoció de primera mano la repercusión que tuvo en Colombia el ataque a las Torres Gemelas: se desempeñaba como ministro de Defensa de Colombia el 11 de septiembre de 2001. Fue testigo de excepción del episodio que partió en dos la historia contemporánea. En exclusiva para Dinero.com, relató su experiencia y analizó el impacto y trascendencia de la caída del World Trade Center.
“Recuerdo que la mañana del once de septiembre de 2001 salí temprano de la Vicepresidencia hacia el Ministerio de Defensa, y al pasar por la oficina de mi secretaria ella me contó que un avión se había estrellado contra una de las torres gemelas en New York. Como iba un poco de prisa, solo le pregunté si se trataba de un accidente. «No se sabe aún» fue su respuesta.
Al llegar al despacho del Ministerio ya se decía que podía ser un atentado, y me dijeron que estaban transmitiendo en directo por televisión las imágenes del edificio en llamas. Encendí el televisor de la oficina, observé por un momento la trasmisión y luego me ocupé de los asuntos propios del Ministerio, pero dejé al aire la señal aunque con volumen bajo.
Como a medida que transcurría el tiempo las noticias confirmaban que se trataba de un atentado, le presté más atención a la televisión justo para ver el momento mismo en que el segundo jet impactó la otra torre.
No se necesitaba ser un agudo analista de la geopolítica internacional para entender que estábamos presenciando un acontecimiento que iba a tener una enorme trascendencia mundial y de la cual, por supuesto, Colombia no iba a estar al margen.
Con el derrumbe de las torres gemelas serían muchas cosas las que también se derrumbarían. En particular el precario orden internacional y muchos de los conceptos sobre los cuales se sustentaba.
La primera consecuencia para Colombia fue inmediata y directa: al día siguiente llegaba a Bogotá en visita oficial el secretario de Estado de los Estados Unidos, el General (r) Colin Powell procedente de Lima, quien por razones obvias canceló su viaje y regresó a Washington.
Ahora bien, la política de cero tolerancia frente al terrorismo que proclamó Estados Unidos, secundada por la Unión Europea, significó el cierre de todos los espacios políticos en los que aún se movían las Farc, y el consecuente status de organización terrorista que meses más tarde se les dio en esos países.
La política de seguridad del Estado y la confrontación militar con los grupos armados ilegales no varió en esencia con el 11 de septiembre. Lo que no dejó de ser desconcertante, fue que esos grupos hicieron caso omiso del nuevo clima internacional que se había producido y siguieron violando sistemáticamente el Derecho Internacional Humanitario.
Al final esa tozudez llevaría al Gobierno a dar por terminadas las conversaciones de paz, y al levantamiento de la zona de distensión.
Una de las consecuencias del 11 de septiembre fue la depresión de la aviación tanto civil como militar. Los precios internacionales de los aviones cayeron significativamente, lo que le permitió a la Armada adquirir a muy buen precio un par de naves para aumentar el patrullaje marítimo en el Pacífico y en el Caribe.
No obstante, la otra cara de la moneda fue que la entrega de algunos materiales bélicos que se habían adquirido en Estados Unidos se retrasó por las nuevas prioridades de sus fuerzas armadas.
Por fortuna ese hecho no afectó el proceso de modernización de nuestras fuerzas, que desde 1998 venía adelantando el gobierno del presidente Pastrana.
Vistos los hechos en perspectiva hoy, es meridianamente claro que la lucha frontal contra el terrorismo, que en esos momentos de excepcional sensibilidad impulsó el presidente Bush con el explicable apoyo casi unánime del pueblo norteamericano y de la comunidad mundial, variaron profundamente el orden internacional. Sus consecuencias aún se viven.
En el plano nacional, se tradujo en la elección de Álvaro Uribe y en el apoyo que recibiría su estrategia de Seguridad Democrática.»
EL IMPACTO DEL ATAQUE, MÁS ALLÁ DEL HUMO
La caída de las Torres Gemelas estremeció cada fibra de la economía estadounidense en 2001; y 10 años después, las sacudidas financieras todavía se extienden en toda la sociedad. Estas son las principales cifras detrás de la tragedia.
El gobierno federal ha gastado US$ 2.500 millones en una reestructuración de sus medidas de seguridad en aeropuertos, aduanas y fronteras. La Guardia Costera y otras agencias han agregado US$ 420 millones para lograr un sistema uniforme de tarjetas de identificación para 1’600.000 camioneros, estibadores y trabajadores portuarios.
El presupuesto anual de defensa se ha duplicado a US$ 700 millones, y las ganancias anuales de la industria militar casi se han cuadruplicado, alcanzando cerca de US$ 25.000 millones en 2010.
La Comisión de Códigos Internacionales recomendó 40 cambios en los códigos de construcción tras los ataques del 11/9. El edificio más alto de Estados Unidos, la torre Willis de Chicago, ahora tiene barreras de cemento, detectores de metales y una sofisticada red de cámaras. Se han adaptado ascensores para que puedan ser usados en evacuaciones, se han ampliado las escaleras para permitir que los bomberos suban mientras los ocupantes evacúan el edificio. Cambios similares se están implementando en los 21.000 rascacielos que hay en esa nación.
La organización terrorista Al Qaeda perpetró los ataques en edificios de Nueva York, Washington y Pensilvania, en los que murieron casi 3.000 personas. Pero además, acabaron con archivos y obras de arte de valor incalculable: cartas manuscritas de la escritora y activista de comienzos de siglo XX Helen Keller, 40.000 negativos de fotografías de John F. Kennedy tomadas por su fotógrafo personal, esculturas de Alexander Calder y Auguste Rodin.
En las torres había 430 compañías y decenas de oficinas del gobierno. Entre las pérdidas materiales figuran bosquejos y esculturas, incluida un molde de la escultura de Rodin «El Pensador», que reapareció brevemente después de los ataques para volver a desaparecer al poco tiempo.
La Equal Employment Opportunity Commission, encargada de combatir la discriminación en los empleos, tuvo que reconstruir 1.500 casos de discriminación, según Elizabeth Grossman, quien supervisaba a los abogados del organismo cuando se produjeron los ataques.
Atracción turística
El barrio donde se erigían las dos Torres atrae hoy unos 9 millones de visitantes anuales. De las cenizas que dejaron los ataques ha brotado un barrio vibrante, lleno de restaurantes y hoteles nuevos, edificios residenciales y comercios, además de sitios recordatorios de la tragedia.
Cuenta con 18 hoteles y 4.000 habitaciones, comparado con seis hoteles y 2.300 habitaciones que había antes de los ataques. Para muchos turistas, la «zona cero», como le dicen al lugar arrasado por los atentados, es una visita obligada. Funciona las 24 horas, los 7 días de la semana, según George Fertitta, director ejecutivo de NYC & Company, la oficina municipal encargada del turismo y la promoción de la ciudad.
En los alrededores fueron plantados 225 robles blancos. En total, hay más de 400 árboles en toda la zona y crean una especie de bosque urbano. El complejo erigido en la zona que ocuparon las Torres tendrá una fuerza policial propia de 670 agentes, más grande que la de los departamentos de policía enteros de algunas ciudades.
Indemnizaciones, ayudas y atención médica
Hay 95 personas que presentaron demandas acusando de negligencia a United Airlines y la firma Hentleigh USA Corp. por no garantizar seguridad en los aviones. Consideran que todavía hay responsables que no han recibido castigo, pese a que 19 aeropiratas murieron en su misión suicida; que el líder de Al Qaida, Osama Bin Laden, fue abatido; y que Jalid Sheij Mohamed, cabecilla de los atentados y sus cómplices, están en la prisión militar de la base de Guantánamo.
A los 95 demandantes se les ofreció una resolución rápida, en la que recibirían dinero de un fondo de US$ 7.000 millones para compensación a las víctimas. Otros 94 llegaron a un arreglo.
El Fondo de Compensación a las víctimas manejó 2.880 solicitudes de indemnización de parte de los deudos, y otras 2.680 de lesionados. En total, el experto al frente del fondo, Kenneth Feinberg, entregó 7.049 millones de dólares en dinero de los contribuyentes.
El Fondo de Compensación cuenta además con US$ 4.200 millones para dar cobertura médica gratuita durante la próxima década a trabajadores y voluntarios que sufrieron enfermedades asociadas a sus tareas de rescate y limpieza de la “zona cero”.
Los estadounidenses ansiosos de ayudar donaron US$ 1.500 millones a cientos de organismos de caridad, pero muchos de ellos fracasaron rotundamente. Un organismo de caridad recaudó más de US$ 700.000 para hacer una colcha conmemorativa gigante, pero no existe tal colcha. Otro reunió más de cuatro millones de dólares para ayudar a las víctimas, pero no rindió cuentas públicas de cómo se gastó todo el dinero.
Cambio de mirada
Al menos 35.000 personas de todo el mundo han sido condenadas por terrorismo en la década que pasó desde el 11 de septiembre del 2001 en Estados Unidos. Pero mientras que algunos colocaron bombas en hoteles o autobuses, otros fueron detenidos sólo por agitar carteles políticos o bloguear sobre alguna protesta.
En el primer recuento de los procesos relacionados con la lucha mundial contra el terrorismo, una investigación de The Associated Press registra un importante aumento en los procesos judiciales por este delito bajo leyes nuevas o modificadas. Antes de los ataques del 11 de septiembre, apenas unos pocos cientos de personas eran condenadas por terrorismo cada año.
La cantidad de condenas, combinada con casi 120.000 arrestos, demuestra la importancia que le están dando las sociedades a la lucha contra el terrorismo. Pero también revela que decenas de países están usando esa lucha como excusa para silenciar a la oposición y encarcelar a los rivales políticos. Con datos de organismos policiales y cientos de entrevistas, la AP identificó 119.044 arrestos bajo sospecha de terrorismo y 35.117 condenas en 66 países, que representan el 70% de la población mundial. Algunas naciones se negaron a suministrar información.
El recuento incluye 2.934 arrestos y 2.568 condenas en Estados Unidos, ocho veces más que las registradas en la década previa. Más de la mitad de las condenas se produjeron en dos países que han sido acusados de apelar a leyes antiterroristas para combatir la oposición, Turquía y China. Tan solo en Turquía hubo 12.897 condenas, un tercio del total.
En contraste, los Sijs han sufrido un incremento de ataques en su contra en Estados Unidos, tanto verbales como físicos. La Coalición Sij reporta al menos 700 ataques o incidentes basados en prejuicio contra sijs desde 2001.
Esta es una religión de 500 años, la quinta mayor del mundo, con 18 millones de adherentes, con influencias del hinduismo y el sufismo musulmán. Creen en ciclos kármicos de renacimiento, como los budistas. Pero tras los ataque se volvieron blanco de prejuicios del imaginario público, ya que muchas personas dan por sentado que una barba y un turbante solo puede significar una cosa.
BONANZA PARA LAS FUERZAS MILITARES, ESCASEZ PARA LA AVIACIÓN
El Ejército experimentó una era dorada en la que duplicó su presupuesto hasta casi US$ 700.000 millones, mientras que las aerolíneas reportaron pérdidas históricas. Los contrastes producidos por los atentados del 11 de septiembre.
Las aerolíneas han perdido dinero en siete de los últimos 10 años, por lo que han añadido cuotas a servicios que antes eran gratuitos. El año pasado se recaudaron US$ 8.100 millones en cuotas, mucho más de los 2.500 millones cobrados antes de los atentados, ya efectuado el ajuste por la inflación.
Al menos 33 líneas aéreas han solicitado protección gubernamental por bancarrota, incluyendo a Delta, Northwest, United y US Airways. Algunas, entre ellas ATA y Aloha, de plano dejaron de volar. En el primer año después de los ataques de 2001, el tráfico descendió casi 8% y demoró tres años en regularizarse.
Por eso las aerolíneas atestan los aviones y recortan amenidades para poder sobrevivir. A pesar de las molestias, los cielos de Estados Unidos tienen mayor tráfico aéreo que nunca antes. Las aerolíneas transportaron a 720 millones de pasajeros el año pasado, un incremento en comparación con los 666 millones el año antes de los atentados.
Ahora los pasajeros deben quitarse los zapatos y entregar casi todos los líquidos en los puestos de seguridad. Los familiares y amigos ya no pueden despedir a los viajeros en la puerta de acceso.
Las aerolíneas han colocado más asientos como una medida para reducir costos. Hace una década, se ocupaban un promedio de 72% de los asientos por vuelo. En la actualidad son el 82%. Se han añadido más filas, lo cual restringe el espacio para estirar las piernas.
Las cuotas por equipaje enviado a la carga representaron US$ 3.400 millones del total del 2010. Sin ellas, las principales aerolíneas habrían perdido dinero el año pasado, en lugar de reportar US$ 2.600 millones en ganancias entre todas. Las tarifas de los boletos son 20% menores en la actualidad de lo que eran el 11 de septiembre del 2001. Las líneas aéreas operan con márgenes de ganancia minúsculos y menos empleados.
Para viajes cortos, los estadounidenses prefieran ir por tierra. Han surgido nuevas líneas de autobuses que unen ciudades, y la línea ferroviaria Amtrak traslada a 37% más pasajeros que hace una década.
La otra cara

Así se ven las luces de tributo con las cuales la Sociedad municipal de arte iluminó el amanecer de este septiembre 11 de 2011.
El Ejército de Estados Unidos pasó de cerca de 480.000 miembros en 2001 a 572.000 en 2011, y la Infantería de Marina pasó de 172.000 a 200.000, aunque ambos están en condiciones de reducirse de nuevo en breve. La Fuerza Aérea y la Marina, por el contrario, se achicaron. La Fuerza Aérea perdió cerca de 20.000 puestos desde el año 2001 y la Marina perdió unos 50.000.
El mayor crecimiento en las fuerzas armadas ha sido en las unidades de elite, secretas, conocidas como fuerzas de operaciones especiales La Infantería de Marina, que nunca antes había acogido fuerzas de este tipo, ahora tiene 2.600 bajo el Comando de Operaciones Especiales de Estados Unidos. Las otras unidades en el comando incluyen a los SEAL, los boinas verdes y las tropas de asalto del Ejército y los operadores especiales de la Fuerza Aérea.
En total, esas fuerzas de operaciones especiales aumentaron de 45.600 en 2001 a 61.000 hoy, según el Comando de Operaciones Especiales.
Estados Unidos gastó 1,3 billones de dólares en los 10 años posteriores a los ataques para perseguir a Al-Qaida y librar dos guerras. Eso excedía el gasto militar usual en más de cuatro billones de dólares.
El presupuesto de defensa creció de US$ 316.000 millones en el 2001 a 708.000 millones en el 2011. Decenas de instituciones federales, como el Departamento de Seguridad Nacional, gastaron el año pasado US$ 70.000 millones en esos programas, según la Oficina de Administración y Presupuesto. Esa suma supera los 37.000 millones del 2003, el primer año después de que se creó ese departamento.
Todo ese gasto se reflejó en el galopante desempeño de la industria militar, encabezada por los cinco principales contratistas de defensa: Lockheed Martin, Boeing, Northrop Grumman, General Dynamics y Raytheon. En el 2001, los ingresos de los contratistas militares establecidos en Estados Unidos totalizaron US$ 217.000, según datos compilados por la compañía de análisis informático Capital IQ. Para el 2010, los ingresos se habían elevado a 386.000 millones.
Ahora el gasto militar está llamado a disminuir, al igual que las utilidades de la industria. «Estamos a punto de iniciar el descenso de la montaña rusa», describió el analista David Berteau, experto en la industria militar en el Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales.
El Congreso aceptó el mes pasado reducir el gasto militar en US$ 350.000 millones en los próximos 10 años. El presupuesto de defensa será disminuido automáticamente en otros US$ 500.000 millones en ese período si los legisladores no llegan a un acuerdo para recortar el déficit, a más tardar en noviembre.
Los títulos bursátiles de la industria militar comienzan a perder valor; en los últimos meses han causado rezagos en el índice Standard & Poor’s. Durante el anterior descenso en el gasto de defensa, que se extendió de 1985 a 1997, el rendimiento de las acciones del sector militar tuvo una reducción de 33% respecto a los índices generales del mercado, de acuerdo con una análisis de RBC Capital Markets.
Por Iván Bernal Marín, con información de agencias.
Publicado originalmente en Dinero.com:
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